La Cueva de los Cien Pilares

Escapada: rutas rupestres, aguas termales, gastronomía y la senda de los dinosaurios

Por ANA LUCÍA ORTEGA (texto y fotos) © 


En la extensa región española de La Rioja, mundialmente conocida por sus prestigiosos vinos, visitamos una moderna ciudad con uno de los parajes más sorprendentes y desconocidos de la geografía peninsular. Se trata de la popular Arnedo, que sin contar con estimables recursos naturales y una tradición alpargatera que feneció por los años cuarenta, se transformó en un
emporio del calzado gracias al conglomerado de fábricas y outlets de primeras marcas ubicado en su territorio.

Contemplamos en la calle del Teatro Cervantes de la ciudad su original paseo de la fama, con la huella de los pies (descalzos y con zapatos), de estrellas del mundo 
cultural y notables deportistas. Pero este viaje a lo primitivo, nos conduce hasta un enorme cerro que se escurre por la comarca de la Rioja Baja, para retroceder en el 
tiempo hasta la edad media, y descubrir
el mayor fenómeno rupestre de todo el valle del Cidacos: la extraordinaria Cueva de los Cien Pilares, que fue un monasterio, según han corroborado documentos históricos.



Un sinfín de galerías de varios niveles de altura se extiende bajo tierra, y en las paredes resalta la multitud de nichos excavados. Hoy se cree que los monjes que vivían entre estos pilares, los usaban como columbarios para guardar los restos de sus difuntos. El suelo en los túneles es de arena muy fina e intentamos no dispensarnos.
Nos adentramos por los pasillos y nos detenemos ante la lucerna creada en piedra por la naturaleza, que es ahora el emblema para promocionar el turismo de las cuevas arnedanas. 


Imaginario de cómo sería la
vida de los monjes en la Cueva











 



 El “rosetón catedralicio” en la denominada “sala de la herradura” (por el aspecto de esta formación rocosa), nos descubre una vista privilegiada de todo el valle del Cidacos, que fue de crucial importancia en tiempos pretéritos, desde el punto de vista defensivo, para dominar visualmente el paso entre la provincia de Soria hasta la importante ciudad riojana de Calahorra.

Tras invadir la península, los musulmanes bautizaron a los habitantes de estas tierras que moraban en las cavernas, con el vocablo “arnit”, es decir “ciudad colmena”, y si esto se asocia con “arenetum”, que alude a “un lugar de arena”, podrían ser los antecedentes del actual nombre de Arnedo. El terreno arenoso de la zona y la práctica ancestral, posibilitaron la multiplicación de casas cueva (donde también se fabricaba vino). Aún muchas siguen en pie y son un reclamo para los turistas que pueden visitarlas. Las últimas habitadas fueron abandonadas por sus propietarios en los años setenta.

Para acceder a la Cueva de los Cien Pilares 
es necesario reservar una visita guiada (que puede durar hasta dos horas) en la Oficina de Turismo de esta localidad 
(email:turismo@aytoarnedo.org). 

Recientemente han inaugurado un nuevo espacio, que usa sonidos y olores para recrear cómo pudo ser la vida de los monjes bajo este entramado de galerías, que siglos más tarde fueron criaderos de palomas que servían para paliar las hambrunas.
La extraordinaria caverna arnedada forma parte de la asociación europea “Caminos del Arte Rupestre Prehistórico (CARP)” a la cual pertenecen varios países del continente, que divulgan soberbios escenarios paleolíticos, dispuestos para recibir visitantes.

El entorno de Arnedo

En las Tierras Altas de Soria, provincia limítrofe con La Rioja, hacemos un alto en Yanguas, que es uno de los pueblos bonitos de España de ascendencia prerromana. Al cruzar la Puerta del Río, erigida sobre ruinas de la muralla medieval, nos parece que el tiempo se ha detenido. Las construcciones blasonadas nos hablan de una época de esplendor y desde la plaza Mayor
porticada, sede del antiguo Mercado, alcanzamos a ver la Iglesia de San Lorenzo, una reliquia del gótico erigida sobre restos románicos.

En la célebre novela El Quijote, Cervantes da vida a los arrieros yangüeses que cruzaban el reino de la antigua Castilla hasta la zona portuaria de Sevilla. El incremento de estas rutas comerciales seguramente se debió a la concesión del rey Alfonso XI de que no pagaran tributos al entrar en las ciudades.
Además de otros sitios de interés como el Castillo mudéjar y el Palacio de los Cereceda,
transitar el paseo de la Chopera en la ribera del Cidacos, nos reconcilia con la naturaleza en su estado puro. El recorrido nos abre el apetito cuando sentados ante el arroz con setas y un pollo picantón con guarnición de patatas, saboreamos el vino tinto yangüés.

Siguiendo el cauce del rio Cidacos, hallamos otra pausa prometedora en el histórico balneario de Arnedillo, uno de los preferidos por las familias más acomodadas para “tomar las aguas” durante los años decimonónicos. El enclave está rodeado de un paisaje relajante, pero además, cuenta con otro atractivo totalmente gratuito, las pozas de aguas minero medicinales
a la intemperie, ideales para disfrutar de este sanador manantial y desembarazarse
de las tensiones.
Y como hace millones de años estas tierras estuvieron pobladas por dinosaurios, merece la
pena acercarse a Enciso, una localidad que se enorgullece de conservar el mayor reservorio de icnitas (huellas fosilizadas de animales) de todo el mundo, con más de 3 mil vestigios de hasta 400 dinosaurios repartidos entre tres yacimientos. Las réplicas de tamaño natural de los
reptiles extinguidos, son un gancho para posar con ellos, mientras conocemos curiosidades sobre la vida y las especies de estos habitantes de la zona durante el Cretácico.

Publicado 20 de Agosto 2022 en Pasaportes de "el Nuevo Herald"

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