Por ANA LUCÍA ORTEGA (texto y fotos) ©
Las historias de
amor con finales nefastos llenan páginas, se transforman en guiones de
películas o documentales, y atraviesan los anales de la historia de generación
en generación.
La trágica
relación entre Romeo y Julieta inmortalizada por Shakespeare, es una de las más
célebres. La pasión de Marco Antonio y Cleopatra, y la de la reina española Juana
I de Castilla y su amadísimo Felipe, apodado “El Hermoso”, tienen finales
dramáticos. Más cerca de nuestro siglo, una pareja de bandidos vivió una
trepidante relación amorosa entre crímenes, que no pasó inadvertida e
inmortalizó los nombres de Bonnie y Clyde.
En el Mausoleo de la ciudad se encuentran las estatuas de los Amantes talladas en alabastro |
Doña Isabel de
Segura y Don Diego Martínez de Marcilla, pertenecían a las familias nobles más
importantes de la zona. Se enamoraron, pero los padres de ella aspiraban a un
candidato con mejores rentas, pues esa herencia tendría que compartirse entre
varios hermanos.
Sin renunciar a
su anhelo nupcial, Diego marchó a la guerra para mejorar su fortuna, prometiendo
regresar a los cinco años, un plazo que no pudo cumplir. Las noticias de los
soldados eran nulas, las pocas que se recibían confirmaban pésimos augurios, lo
que motivó el casamiento de Isabel con otro de sus pretendientes, señor de
Albarracín. El mismo día de la boda, entre los actos litúrgicos y los festejos
del enlace, el caballero regresó de la contienda, rico y con gloria, pero
reparó para su desgracia que Isabel estaba casada.
La leyenda recoge
que Diego escaló el balcón donde Isabel yacía con el esposo y como despedida,
le pidió el beso de amor que ambos se habían ofrecido. Ella no accedió, considerando
que sería un gesto inapropiado, y provocó súbitamente que él muriera de dolor.
Al día siguiente, ella acudió enlutada al funeral del caballero, abrazó y besó el
cadáver, desplomándose muerta sobre él. La causa de estos inesperados
fallecimientos fue interpretada por la sociedad de la época como una muerte por
amor, por lo que se decidió sepultarlos juntos para la posteridad.
La veracidad de
esta leyenda se ha podido confirmar gracias al notario turolense Juan Yagüe de
Salas (1561-1621),
quien descubrió en 1619 un acta notarial fechada en 1555 donde se consignan los
amores entre Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla.
Fiestas medievales y turismo
Anualmente en febrero Teruel celebra “Las Bodas de Isabel de Segura”, durante las fiestas medievales turolenses, resucitando la historia de amor fallida de sus icónicos amantes, mediante escenas teatralizadas con actores. La ciudad se engalana, instalándose en el medioevo, y sus habitantes vestidos con trajes de época, pasean al son de cascabeles, pendones, y hogueras, mientras se cuecen olorosas piezas de carne, entre jarras de cervezas, tibios vinos y chocolates artesanos.
Desde el regio
atrio del Museo Provincial de la ciudad, inaugurado en un palacio del siglo XVI
de seis plantas, para exhibir la historia de la región desde los tiempos más
remotos hasta la fecha, se ve la plaza donde la noria prehistórica sube y baja
a los niños, ataviados con capas marrones, y arrullados por una melodía que no
se escucha en emisoras de radio ni spotify.
La iglesia de San
Pedro fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1986 por ser una de las joyas
de la arquitectura mudéjar (visible en todo su exterior), en su torre de 25
metros de altura, (la más antigua de Teruel), y el claustro mudéjar, entre los
cuatro que se conservan en tierras aragonesas.
Impresiona el
altar mayor del escultor francés Gabriel Yoly (S. XV), artífice del magnífico
retablo destinado a San Cosme y San Damián. El interior del templo es cálido y
exótico, casi de inspiración bizantina, por las coloridas y doradas piezas
creadas por el turolense Salvador Gisbert durante la remodelación realizada a finales
del siglo diecinueve.
Aledaño a la
iglesia, fue inaugurado el Mausoleo de los Amantes en 2005, donde dos
esculturas yacentes de alabastro, realizadas en 1959 por Juan de Ávalos,
reconstruyen la trágica historia de amor de la pareja turolense. Un episodio del
medioevo que ha inspirado infinidad de obras románticas como la de Tirso de
Molina, autor de la obra teatral de 1635; y a pintores como Juan García
Martínez, cuyo óleo sobre lienzo de 1857 “Los Amantes de Teruel”, exhibe la
última escena del drama escrito en 1837 por Juan Eugenio Hartzembusch, con Isabel
postrada sobre su amado.
Las fiestas medievales de la ciudad aragonesa tienen un atractivo que se amplifica al pasear sus calles, donde brilla el modernismo del arquitecto discípulo de Gaudí, Pau Monguió, quien dejó su impronta en Teruel. La corriente modernista de principios del siglo XX se refleja también en las rejas esparcidas por toda la ciudad, con el sello del artista forjador Matías Abad.
Casa El Torico - Pau Monguió 1912 |
En la ruta de los pueblos más bonitos de España se encuentra Albarracín, una villa medieval a menos de una hora de la capital provincial. El silencio de sus calles sosegadas, la panorámica del manojo de viviendas terracota, el desafío arquitectónico de la Casa de la Julianeta edificada en el siglo XIV, que parece a punto de desplomarse sobre nuestras cabezas, convierten a esta localidad en una de las perlas más preciadas de Aragón. Al parecer, en este pueblo vivió el señor de Albarracín que contrajo nupcias con Isabel de Segura, cuando todos creían que Diego de Marcilla había perdido la vida en Las Cruzadas.
La casa de la Julianeta, genio y figura |
Vista de Albarracín, que se encuentra entre los pueblos más bonitos de España |
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