El estruendo incesante de un tambor retumba, ininterrumpidamente durante 104 horas, en un municipio español de Castilla La Mancha. Los más de ocho mil habitantes de este pueblo, parecen estar acostumbrados, porque viven al pulso de una devoción centenaria que cada año se repite por Semana Santa.
Tobarra se convierte en esas fechas en el epicentro de una tradición que se escucha y se siente. Anualmente, desde las cuatro de la tarde del Miércoles Santo hasta las doce de la noche del Domingo de Resurrección, el redoble es incesante. Es tan fuerte el arraigo de esta costumbre, que la población se negó en 2024 a adelantar el reloj una hora, para adaptarse al horario de verano (único caso en Europa), cumpliendo así la continuidad de una práctica tan singular. Este año los tobarreños asumieron el extraordinario reto de tocar el mismo tambor durante las 104 horas y el desafío se podía seguir en streaming.
Esta celebración religiosa y popular que ya es Fiesta de Interés Turístico Nacional, aspira a ser Internacional y Manuela Garrido Ruiz, alcaldesa de esta localidad, está segura de conseguirlo. La UNESCO declaró “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad” en 2018 a la tamborada tobarreña, y la Junta de las Comunidades de Castilla La Mancha, la distinguió como “Bien de Interés Cultural”. Esta última figura jurídica protege el patrimonio que atesora una comunidad o pueblo durante siglos, para que perdure y traspase su herencia cultural y fortuna inmaterial a sus generaciones futuras.
• La historia tamborera
El tambor durante la Semana Santa se toca en varias regiones españolas y Tobarra es una de ellas. Según el cronista oficial de la localidad, Guillermo A. Paterna Alfaro, desde hace siglos hay constancia de su participación en las jornadas procesionales tobarreñas, pero fueron prohibidos debido a comportamientos incívicos, aunque posteriormente, con el paso de los años, volvieron a introducirse. En 1962 hubo un hito, cuando las mujeres que tocaban con la cabeza tapada, lo hicieron a cabeza descubierta. Y fue a partir de 1976 que comenzaron a tocar las 104 horas seguidas, creando así una tradición que acopla procesión y tambores, en una suerte de imbricación entre lo divino y pagano, convirtiéndolo en un reclamo turístico.
Desde la Avenida de la Constitución de Tobarra, la inmensa escultura de un Tambor asoma su estructura. El creador, Jesús Damián Jiménez Ramírez dejó la impronta de la tradición tamborera a través de la mano que sostiene el icónico instrumento, afirmando el carácter de este pueblo.
Para cumplir el Reto hay un listado de relevos para los tamboreros, de alrededor de unas 400 personas. Cada uno toca durante 15 minutos ininterrumpidos y en los últimos segundos, el sustituto empieza a tocar por el otro lado del tambor, para que no pare de sonar ni un instante. Un reloj digital emplazado en la avenida, hace el conteo en regresivo, de cada minuto y segundo de este inusual objetivo.
Los tambores en Tobarra son piezas artesanales únicas, que se crean a demanda del consumidor. Hay de cualquier tamaño y estilo, y puede decirse que todos en el pueblo poseen el suyo, incluso los niños. Sergio Villena Carretero, que fue concejal de Cultura en el Ayuntamiento, explicó que no hay fábricas en el pueblo, sino talleres particulares, donde vecinos que arreglan vehículos, motos u otros utilitarios, emprendieron esta labor artesanal tan meritoria. Incluso investigan cómo mejorar los materiales para que los tambores produzcan el mejor sonido y pesen menos. A todo este esfuerzo por la innovación, contribuye también la Asociación de Amigos del Tambor.
Las cuadrillas que recorren el pueblo al son del retronar tamboril, son grupos de vecinos que tienen sus túnicas, su denominación y sus “garutos”. Estos emplazamientos, según explicó el historiador y profesor Sebastián Sánchez García, toman su nombre de las casas viejas del pueblo, que se identificaban con ese apelativo. Las cuadrillas se reúnen aquí para sus celebraciones, en las que se respira un ambiente familiar y festivo, donde cualquiera es bienvenido. “Los soplas cordovilas”, “Los zumbaos” o “A las doce cortamos”, son algunos de los nombres de estas agrupaciones de vecinos y amigos. Esta conmemoración es tan sólida, que los que marchan fuera de Tobarra para emprender sus proyectos personales, regresan cada año al pueblo, a vivir esta tradición secular y espiritual.
• Las raíces de la devoción
El éxito de esta Semana Santa reside en valorar cada elemento que nutre la tradición y el alma del pueblo, como las imágenes recuperadas, la cohesión de las hermandades, y el nexo vivo entre la historia y el presente. El recuerdo de los que iniciaron estos pasos y dieron los primeros toques de tambor, son un estímulo para los niños y jóvenes que se unen al jolgorio con respeto e ilusión.
Durante la guerra civil las tallas religiosas fueron quemadas y poco se recuperó. Solo se salvaron la cabeza de la Virgen de los Dolores (s. XVIII), y las manos derechas de Jesús Nazareno (s.XVII) y del Ecce Homo (s. XIX). Años después fueron replicados los cuerpos, a los que se añadieron las piezas originales, que estuvieron escondidas durante años por los vecinos. Precisamente en 2025, se cumplen cien años de la llegada del Ecce Homo a Tobarra.
El Nazareno tiene un papel relevante en la Semana Santa, cuando el jueves santo bendice a la población concentrada en el Calvario, con esa mano derecha que se salvó del destrozo, la cual se mueve a través de un mecanismo articulado, reproducido como lo fue en su origen. Este es uno de los momentos más esperados, cuando los cofrades mueven de izquierda a derecha la carroza que lleva a Jesús, para que su mano derecha que baja lentamente, bendiga a todos los congregados a sus pies.
La Santa María Magdalena de Tobarra, tras su destrucción, fue encargada en Barcelona por una familia devota, que pagó la imagen vendiendo cerdos y la corona con palomas. La talla permaneció un tiempo en la panadería del pueblo donde iban a rezarle los vecinos. Su propietaria tiene ahora 95 años y aún sigue vistiendo a la santa. Así lo narra su nieta Beatriz Delegido Gómez, actual concejal de cultura en el Ayuntamiento.
La historia del tambor y la procesión, se guarda en el Archivo de la Federación de Hermandades y Cofradías, según atestigua su presidenta, Cristina Alfaro López, desde su sede en el Convento Franciscano de San José, del s.XVII. Conservan documentos históricos como la revista de la Semana Santa de 1924, y continúan publicando anualmente la revista y el cartel conmemorativos. Existen 15 Hermandades y Cofradías, 20 pasos y 8 procesiones, donde también se incluyen las de los niños cofrades entre 12 a 16 años con carrozas hechas a su medida.
• Lugares imprescindibles
Santuario de la Virgen de la Encarnación: Desde el siglo XVI, erigido sobre una colina, y aledaño al antiguo castillo, este edificio acoge a la virgen que le da el nombre y al Santísimo Cristo de la Antigua. Resguarda además el conocido como “Paso Gordo”, por su desmedido peso (más de 3 mil kilos). Este paso sale el Jueves Santo, exhibiendo una de las escenas del vía crucis, y para los no residentes, la emoción contenida de los costaleros, aquí conocidos como “agarraores”, es un foco de atención. No hay más que ver los rostros de los integrantes de la Hermandad de la Caída y Cristo Resucitado, cuando transitan las empinadas calles.
Iglesia de la Señora de la Asunción: En la plaza de España de Tobarra, se encuentra esta iglesia de porte renacentista y base gótica, edificada entre 1546 y 1616. En noviembre del año 2000 fue declarado Monumento, por lo que también goza de la categoría de Bien de Interés Cultural. En su interior, se conservan varios escudos nobiliarios en algunas capillas, como los de la familias Rodríguez de Vera, los Barrionuevos, Pedro de Carcelén y el Cardenal Merino. Actualmente la iglesia contempla el paso de las procesiones y alrededor de la fuente, se aglomeran las hermandades y el público.
Museo del Tambor: Fundado en 1986, era un lugar necesario para dejar constancia de la herencia tamborera de Tobarra. Lo que comenzó con la donación de cuatro piezas provenientes de México, Costa de Marfil, Túnez, y Baena (localidad cordobesa en España), es el lugar idóneo, para apreciar la evolución histórica de este instrumento por los numerosos objetos expuestos de varias épocas. Actualmente se localiza en la antigua ermita de La Purísima (s. XVII), donde tras una restauración se descubrieron pinturas dieciochescas, totalmente desconocidas hasta ese hallazgo.
Un viaje a este pueblo nos traslada al corazón de la Semana Santa tobarreña. Desde la solemne imagen del Cristo Resucitado de la Caída, hasta la figura distintiva de La Dolorosa, que le retiran el puñal clavado en su pecho a la resurrección de su hijo, hasta las muestras de solemnidad o euforia, nos permite explorar su historia a través de su gente, sus sonidos, y sobre todo, conocer de primera mano, el alma de quienes la mantienen viva.
Este trabajo se publicó por primera vez en "el nuevo herald" de Miami







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